jueves, 22 de diciembre de 2011

Las TRES B.


Mi buen y querido amigo Oscar siempre intenta animarme cuando me ve triste, y tiene un don para ello, recurre a recomendaciones literarias y siempre que me cita un texto, sencillamente lo mejora, su memoria tiene la capacidad de hacer una versión perfecta de textos ya de por si buenos. Hace poco hizo exactamente eso, y ahora cuando filosofamos y se respira tristeza, siempre me dice lo mismo “si vamos a morir en un desierto hagamos las tres B, hagamos algo hermoso”, a mí me consuela. Os dejo el texto que explica las palabras ánimo de mi amigo.


La Historia Interminable.
Michael Ende.
Goab, El Desierto De Colores.

Aquel camino que ahora recorría a través de Goab, el Desierto de Colores, nadie se había atrevido a emprenderlo antes, y nadie, después de él, se atrevería a emprenderlo nunca.
Y probablemente nadie lo sabría jamás.
Esa última idea lo llenó de preocupación. Pero no se dejó desanimar. Todo indicaba que Goab era tan inconcebiblemente grande que nunca podría llegar al límite del desierto. La idea de morir de sed más pronto o más tarde a pesar de toda su resistencia no le daba miedo. Soportaría la muerte tranquilo y con dignidad, lo mismo que los cazadores del pueblo de Atreyu. Pero como nadie se atrevía a adentrarse en aquel desierto, nadie llevaría tampoco la noticia del fin de Bastián. Ni a Fantasía ni a su casa. Sencillamente, lo darían por desaparecido y sería como si no hubiera estado nunca en Fantasía ni en el desierto de Goab.
Mientras, sin dejar de andar, pensaba en ello, tuvo de pronto una idea. Toda Fantasía, se dijo, estaba contenida en aquel libro en que escribía el Viejo de la Montaña Errante. Y aquel libro era la Historia Interminable, que él mismo había leído en el desván. Quizá estuviera también en el libro todo lo que le pasaba ahora. Y, por lo tanto, podía ocurrir muy bien que otro lo leyera algún día... y hasta que lo estuviera leyendo ahora, en aquel momento. Por consiguiente, debía de ser posible también dar a ese alguien una señal.
La colina de arena sobre la que estaba Bastián en aquel momento era de color azul ultramar. Separada de ella por un pequeño valle había una duna de un rojo encendido. Bastián fue hasta ella, cogió con las dos manos arena roja y la llevó a la colina azul. Luego trazó con arena en la ladera una larga línea. Volvió atrás, trajo más arena roja y repitió la operación una y otra vez. Al cabo de un rato había trazado tres gigantescas letras rojas sobre fondo azul:
B B B
Contento, contempló su obra. Aquello no podía dejar de verlo nadie que leyera la Historia Interminable. Le pasara a él lo que le pasara, se sabría dónde había quedado.
Se sentó en la cima del monte de color rojo encendido y descansó un poco. Las tres letras brillaban deslumbradoras bajo el sol abrasador del desierto.

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