sábado, 16 de noviembre de 2019

Olor a mandarinas Letra



Huele a nuevo
como los libros del colegio cuando empieza,
como a tostadas recien hechas,
como cuando miras como si no lo hubieses hecho nunca.
Y vas a oscuras
buscas a tientas el olor a mandarinas
y respiras y nos gusta aunque no me lo digas
que luego hacerlo no nos cuesta nada.

No quiero un final feliz
sólo quiero serlo.
Repartir el amor
retrasar el momento de irnos
Y al despegarnos no dejar
inmolarse el pecho.
Repartir el placer
prolongar el encanto de vernos.
Huele a casa
como al volver de vacaciones en septiembre,
como a café con leche hirbiendo,
como manta y tele,
como si fueras tu el que ha sido siempre.

No quiero un final feliz
sólo quiero serlo.
Repartir el amor
retrasar el momento de irnos
Y al despegarnos no dejar
inmolarse el pecho.
Repartir el placer
prolongar el encanto de vernos.

Flotar y brillar.
Irradiar, alumbrar.


domingo, 10 de noviembre de 2019

I Carry Your Heart with Me BY E. E. CUMMINGS



I carry your heart with me(i carry it in
my heart)i am never without it(anywhere
i go you go,my dear; and whatever is done
by only me is your doing,my darling)
i fear
no fate(for you are my fate,my sweet)i want
no world(for beautiful you are my world,my true)
and it’s you are whatever a moon has always meant
and whatever a sun will always sing is you

here is the deepest secret nobody knows
(here is the root of the root and the bud of the bud
and the sky of the sky of a tree called life;which grows
higher than the soul can hope or mind can hide)
and this is the wonder that’s keeping the stars apart

i carry your heart(i carry it in my heart)

jueves, 7 de noviembre de 2019

Destrucción (artículo periódico el País)

¿Qué recuerdo? Cada parte. La muesca que se le dibujaba junto a la boca al encender un cigarro; la forma en que fruncía el ceño cuando se reía con pavor, como si se escandalizara por reírse tanto. La raíz espléndida del cuello, la clavícula como una cruz pagana. Tenía unos hombros inexplicables, los hombros de alguien que sufre mucho pero que quiere seguir vivo. Yo era muy joven y él también, y a veces, antes de acercarse, me miraba como si estuviera por cometer un acto sagrado o un sacrilegio. Tenía en el rostro un dolor clásico, una elegancia drástica. Me gustaba, como nos gusta a tantos, que fuera un hombre herido y viera en mí una posibilidad de redención (que yo no iba a darle). Estaba roto, como yo lo estaba, pero su catástrofe era serena y yo, en cambio, era un diablo emergido de una pampa quemada sin sitio al cual volver. Al principio quiso irse, pero lo retuve de manera simple, diciéndole: “Si te vas me da igual”. Hasta que quiso quedarse irreversiblemente. Yo me sentía curiosa y cruel, pero también gentil y emocionada. Había algo en él. Una especie de calma dramática, contagiosa. Un día llegó a mi trabajo con un ramo de flores. Yo no lo esperaba. Sonriendo, tímido y sin trampas, me dijo cosas. Todas las cosas que todos quieren oír alguna vez. Yo reaccioné como una hiena espantada, como un chorro de luz negra, muriática. Recuerdo que en el antebrazo tenía un músculo magnífico. Cuando se tensaba hacía pensar que todo en él estaba hecho de un material fresco, noble y tenaz: que podía llevar la carga. Era un hombre. Al que severa, grave, meticulosamente hice pedazos. No he venido aquí a pedir disculpas sino a decir que arrojen la primera piedra. Todos hemos sido, alguna vez, el monstruo de alguien.