martes, 5 de febrero de 2013

Rosa Silveiro.


[…] A veces uno se cansa,
se harta de tanta mansedumbre,
de tumbarse en una cama,
de tomarse un frasco de pastillas,
de pensar en sogas, en puentes
o en desahogos sentimentales,
y de repente uno se levanta 
y dice coño
y decide cambiar el orden del mundo,
ponerle un nombre a la tristeza,
etiquetarla, 
mandarla a la mierda,
y seguir hacia delante,
siempre adelante,
como el que va en un tren 
o en un motoconcho,
aunque el vacío siga en el lugar de siempre,
aunque nada sea como antes,
aunque el amanecer sea luminoso,
aunque la tristeza jamás desaparezca.

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