El equilibrista
Hoy me ha dado mi amor dos órdenes distintas:
no olvides que te quiero y olvídate de mi.
Yo intento obedecerla,
partirme en dos y ser como el ángel de Borges
que volaba a la vez a Oriente y Occidente,
al norte y al sur.
Partirme en dos
y que uno de ellos siempre pueda matar al otro
para seguirla a ella,
para poder creer que no se ha ido.
Al hombre que no olvida que le quieres
no lo van a vencer ni el tiempo
ni la duda;
no podrá la tristeza cavar en el sus minas
ni el desánimo abrir sus embajadas.
Disipará las sombras,
simplemente,
con escribir tu nombre:
como cuando corrige la oscuridad del mundo
la gramática blanca de la nieve.
El hombre al que suplicas que te olvide
sufrirá la distancia,
la amargura,
el silencio implacable que latido a latido
forma su perla negra dentro del corazón.
Quererte será igual que beber con las manos:
El agua que detenga no va a calmar su sed
y el agua que se escape
se llevará su vida.
Cuando llega la noche,
los dos sueñan que son el general que extiende
sobre tu piel
los planos del deseo.
Y al despertar, recuerdan que tu eres su horizonte
y te buscan,
y siguen tu camino:
jamás se va rendir
quien sabe que no hay muerte más hermosa
que morirse sin ti
mientras te espera.
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