“Anoche…, temo decirlo…, la tenía entre mis brazos, fuertemente estrechada contra mi corazón… Sus labios balbuceaban palabras de cariño, interrumpidas por un millón de besos, y mis ojos se embriagaban con la dicha que rebosaba de los suyos. ¿Soy culpable, Dios mío, por acordarme de tanta felicidad y porque deseo soñar otra vez lo mismo?”
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