Ahora ya casi no me queda corazón. Mi calor se ha ido muy lejos; en
ocasiones olvido que existió alguna vez. En este sitio soy la persona
más solitaria del mundo. Cuando lloro, el hombre de hielo besa mi
mejilla y mi llanto se endurece. Toma las lágrimas congeladas y se las
lleva a la lengua.
—¿Ves cuánto te amo? —murmura.
Dice la verdad. Pero un viento que sopla desde ninguna parte arrastra sus palabras blancas hacia atrás, rumbo al pasado.
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