Fue al año del enamoramiento encarnizado.Comprendió, entonces, que su vida estaba amenazada por aquel incendio de amor.
En realidad, sólo eran cartas de distracción, destinadas a mantener
las brasas vivas pero sin poner la mano en el fuego, mientras que
Florentino Ariza se incineraba en cada línea.
- Contéstale que sí - le dijo -. Aunque te estés muriendo de miedo,
aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir
toda la vida si le contestas que no.
- Está bien, me caso con usted si me promete que no me hará comer berenjenas.
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